Reflexiones

LA BELLEZA DEL PROCESO

[Este post fue escrito en colaboración con la Ing. Ángela María Villada Restrepo]

No paro de pensar en que todos asisten a las inauguraciones, celebraciones y al acto simbólico de cortar la cinta; el bello pero fugaz momento que indica el final de una obra.


Es muy fácil dar un recorrido y decir:

«¡Está bonito, interesante, elegante, moderno! (y todas las cualidades que quieras)»

pero…

«yo haría esto, o aquello, le hubiese puesto x o y material, lo hubiese pintado de tal color… gastaron mucho, gastaron poco… ¡qué horror, mira los acabados!»


Es muy sencillo para las personas dar su opinión, a favor o en contra, sin haber sido parte del proceso.

Lo más curioso es que gran parte de estos “críticos” no tienen ni la más remota idea de qué implica el diseño, la construcción o la ingeniería.

Y no es que este mal, porque creo que todos lo hemos hecho en algún momento.

Creo, que las críticas tienen el poder tanto de aplastar el ego de los que están detrás de un proyecto terminado, como de darles ese pequeño empujón que necesitan para desear ser mejores.

El que sabe apalancarse de experiencias pasadas lo entenderá, pues creo que sin la crítica (sobre todo la externa al gremio) no estaríamos elaborando proyectos cada vez más óptimos, sostenibles y en tiempo récord; si nunca se nos criticara, estaríamos aun diseñando casas cuadradas con acabados imperfectos.

De cierta manera, el producto terminado es bello, más aún si está bien diseñado; pero entre más me involucro en el proceso, más me doy cuenta de que la belleza real radica en él y no al final de la obra.

Nos vamos a detener para reflexionar un poco en la belleza de lo rutinario. En el sudor, el estrés, los días largos en la oficina, las iteraciones casi infinitas, el día a día, las actas de obra, el ingreso de personal, las reuniones de comité, el ruido del bulldozer y la retroexcavadora; ahí donde todo empieza, donde todo es gris, pantanoso y sin forma.

Porque es ahí, donde ya no quieren estar los que asisten a una inauguración y al corte de listón, pues el final es bonito, pero la verdadera belleza está en el proceso.

El valor de ese momento es aportado por los obreros, maestros, arquitectos, ingenieros, contratistas, que día a día construyen, ladrillo tras ladrillo, trazo a trazo, diseño tras diseño, el acto final.

Bajo esa premisa, el momento final deja de ser efímero y pasa a formar parte de cada uno de los involucrados, porque en ese lugar dejaron algo más que tiempo y esfuerzo; una porción de su vida.

Es por eso que al pasar por ahí recordarán las anécdotas, buenas y malas, que marcaron su existencia. Y es por eso que hay belleza en el proceso.

Como estudiante de ingeniería civil, siempre preguntaba en las visitas técnicas:

«¿Cuál ha sido el mayor reto que han enfrentado?»

E independientemente de la respuesta técnica que dieran, siempre escuché lo mismo:

Todos los días surgen problemas diferentes y por ende las soluciones también lo son.

No es lo mismo hacer un estudio de suelos en la costa que en la selva amazónica, tampoco es lo mismo hacer un diseño estructural para un edificio multifamiliar que para un hospital, mucho menos será lo mismo construir una hidroeléctrica que una vía primaria, y así sucesivamente en cada área.

Lo que cabe resaltar es que cada proyecto se vale de los profesionales que deciden enfrentar estos retos con su experiencia, pensamiento crítico y trabajando en sinergia.

Estoy segura de que el proceso es bello porque, en ocasiones, se sufre y lo podemos comprobar:

  • Cuando el clima no ayuda, está lloviendo y hay que pavimentar.
  • Cuando estás sentado por horas en un escritorio (quizá sin comer) haciendo más óptima una estructura y de pronto el cliente llama para solicitar cambios en el diseño, e inevitablemente tienes que volver a empezar.
  • Cuando hay un parámetro que falta en el análisis y queda en el limbo la confiabilidad al 100%.
  • Cuando se tienen que volver a repetir los ensayos, demoler un muro o un caisson.
  • Cuando por más que se intenta y se hacen cambios el diseño hidráulico, el diseño aun no logra cumplir con las especificaciones.
  • Cuando la ruta crítica que se tenía en la programación del proyecto, es cada vez peor.

Pero, sin hacer caso a la adversidad, poco a poco:

  • La obra gris se va viendo pintada o enchapada.
  • Donde había tierra ahora hay un piso firme.
  • Donde se veían huecos, ahora hay ventanería.
  • Las arañas del sistema sanitario ya no se ven.
  • El mobiliario va siendo poco a poco instalado.

Y ves como ese proyecto que se veía en AutoCAD, Revit, Civil 3D, Epanet, Etabs, Hec-Ras, Project, SketchUp, BIM, o el que sea que hayas usado, ahora cobra vida, y lo puedes palpar; es ahí donde todo empieza a cobrar sentido.

Ahora bien, este proceso es el triple de difícil para los practicantes y recién egresados, los cuales podrán tener conocimiento, pero no logran conectarlo con su realidad.

Y se enfrentan a ingenieros con más de 10 años de experiencia, los cuales hacen cálculos, análisis y proponen soluciones más rápidas.

Aun así, esos ingenieros necesitan de los primerizos y viceversa, pues terminan por ser las “pulidoras” que todo recién egresado necesita.

Sin importar que trabajes en geotecnia, hidrología, hidráulica, estructuras, construcción, gerencia de proyectos, diseño, o cualquier otra rama de la ingeniería/arquitectura que exista en tu país; la mayor satisfacción la encontrarás en el proceso.

Las lecciones aprendidas serán la recompensa por tu trabajo. Y ahí, cuando estén en la inauguración, cortando la cinta, y aplaudiendo por el nuevo proyecto, tu tendrás una escena retrospectiva de cada rostro, cada día alegre y no tan alegre, del olor del concreto, el ruido de las palas, los momentos donde creíste que no ibas a poder, las críticas y presión de tus jefes, los errores y aciertos, los llamados de atención y los calurosos y no tan calurosos saludos de cada trabajador, cada m3 vaciado, cada metro lineal instalado, cada peso invertido, cada día transcurrido; todo ese contexto te permitirá apreciar la belleza que está en el proceso.

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