Reflexiones

CONFLICTO

No, no me refiero a esa batalla campal que crees.

Ni a las peleas entre miembros del mismo equipo.

Ni a los gritos desafiantes de tu jefe que se desespera porque según él, las cosas deberían de salir más rápido.

No, no me refiero a esos conflictos sin sustancia.

Con este post hago referencia al desacuerdo que surge entre dos o más personas, buscando cada quien defender sus propios intereses en un proyecto de construcción.

Ejemplo de ello puede ser la situación incómoda cliente-constructor que surge cuando el cliente se empecina por mero capricho en algo.

Que si quiere cambiar el color de los 500m² de muro cuando ya había autorizado comprar la pintura con el color de proyecto, con firmas y todo;

que si el acabado del muro aparente de tu construcción no es lo suficientemente liso —o rugoso— y solicita demolerlo por completo;

que si no te quiere aceptar la TPU de ese concepto extraordinario sin siquiera cubrir los costos directos solo porque se le hace “muy caro”, a pesar de que ya lo sacaste de la bronca ejecutando un trabajo no contratado;

y así podría seguir con muchos ejemplos…

El estar en desacuerdo —en medio de un conflicto— implica el choque de intereses de las partes que conviven en el proyecto. Y es que a cada quién, como responsable de su área o especialidad, le interesa que su frente avance y salga lo mejor posible ¿no?

En la dinámica de la construcción: el contratista quiere ganar dinero “malabareando” y generando estrategias con su costo directo (luego hablamos de eso); el supervisor protege el recurso que se asignó al proyecto, presiona para que se termine a tiempo y cuente con la calidad pactada; y el cliente paga por un proyecto chingón con las tres B (Bueno, Bonito y Barato).

Y es gracias a eso que, día con día, surgen conflictos a partir de cada decisión tomada, idea aportada o indicación no seguida. Y no debería de impresionarnos ya que son parte del proceso; meramente consecuencia directa del “trabajar en equipo”.

En las obras, la rutina te va guiando por distintas brechas que te llevan siempre a un momento en el futuro: ese instante en el que está concluido el trabajo y/o están cortando el listón en la inauguración.

Y cada brecha está llena de problemas y retos que se deben encarar para poder construir. Por eso digo que si no hay conflicto, significa que no se están tomando decisiones, no hay acción de ningún tipo; la obra está estancada.

Y gracias al cielo, los problemas casi nunca se repiten (y qué bueno porque si no qué aburrido). Los retos técnicos, hasta cierto punto son excelentes para ejercitar tus bases teóricas y prácticas, pero los que más me interesan con 28 años cumplidos son los que llevan implícitos el conflicto con alguien; ya que en este último año me he convertido en el protagonista de muchos de esos (por la naturalera de mi puesto).

Ya he trabajado sin descanso en la industria por más de 6 años y, cuando has pasado por aquellas brechas lo suficiente, llegas a un punto donde reflexionas y te das cuenta de que las obras requieren siempre de alguien que detone esas situaciones incómodas con el fin de que las cosas sucedan —casi siempre los líderes del proyecto—.

En mi experiencia, las personas que llevan en sus hombros la carga o la responsabilidad de cualquier actividad o actividades, resultan ser los que toman las decisiones difíciles. Y aunque no sean populares entre los demás miembros del equipo, son firmes en la ejecución.

Y es por eso que digo que la industria necesita de estos detonadores de acción, ya que la obra requiere movimiento constante.

Estos detonadores —con liderazgo nato o adquirido a base de chingadazos— son las personas que terminan empujando o detonando cada movimiento estratégico dentro de la operación de una obra. Y son los que terminan consiguiendo los mejores puestos debido al gran valor que aportan a las organizaciones.

Los detonadores de conflicto (pero del bueno) terminan siendo elementos clave en las empresas de la construcción, pues es a partir del conflicto surgen espacios para la conciliación y la toma de decisiones que hacen que: ese colado se terminara efectuando a pesar de que la olla se retrasó; ese proyecto terminara aprobándose por el cliente; esa estimación lograra facturarse sin problemas; ese proveedor decidiera adaptarse al plan de pagos de la deuda que llevaban arrastrando desde mitad del proyecto.

En conclusión, el conflicto sin sustancia no es negociable. No debería existir, pero aun así existe. Ni modo.

Al día de hoy, no soporto a la gente nefasta que solo genera conflicto para demostrar una supuesta superioridad o demostrar un punto que no aporta a la obra, o simplemente para hacer enojar a otra persona.

El conflicto es sano en la construcción, pero solo cuando se trata de generar espacios de conciliación en el que se puedan aportar ideas en pro del proyecto.

La talacha es importante, sí, pues creo que todo ingeniero/arquitecto en la industria debería empezar desde abajo, invirtiendo tiempo a actividades de naturaleza “mecánica”, ya sabes, no puedes tomar decisiones ni dar indicaciones a tu equipo si no sabes en qué consiste la chamba.

Pero creo que si pretendes crecer en esta industria —al menos en la sección operativa de las obras— y tu sueño es seguir escalando —aunque no sepas exactamente hasta donde—, no puedes quedarte para siempre en ese lugar cómodo en el que simplemente haces las cosas que te piden y ya.

Espero no malinterpretes mis palabras, yo sé lo mucho que duele que tu esfuerzo no sea valorado. Pero no podemos llamarnos constructores si solamente somos buenos a nivel técnico, necesitamos trabajar en más habilidades que nos catapulten a puestos en los que nuestras acciones generen más impacto.

Es por eso que decidí dedicarle unas palabras al conflicto y reflexionar alrededor del tema.

Después de todo, ¿Qué cosas son las que hacen que tu jefe sea tu jefe?

¿Es imposible para una mujer trabajar en la industria de la construcción?

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