Arq. Guillermo Ávila Alexander
En cierta ocasión, en uno de mis primeros trabajos (ni había celular con cámara) llegó a la obra mi jefe y comenzó a gritarme porque un muro no estaba en el lugar que él había modificado en la planta alta de la obra en construcción (aún no había losa).
La verdad no recuerdo que él me hubiera informado de ese cambio; y sí, me molestó mucho que me regañara frente a mi personal.
«Tal vez no me informó y él había hecho el cambio en su máquina (o en su mente), quedándose con la idea de que yo ya lo sabía y lo iba a ejecutar en la obra.»
Me quedé callado y no le discutí, sólo comente que yo me estaba basando en el proyecto original, pero que se haría la modificación lo antes posible.
Después de que se retiró todos se quedaron callados y yo me sentí como cuando en el box te tiran a la lona, poco a poco fui recobrando la fuerza.

Seguía tratando de recordar si en algún momento me había dicho por radio del cambio o de alguna otra forma, porque impreso o en bitácora no estaba.
Pasados unos minutos y ya más tranquilo, estimé el peso del muro y mandé hacerle unas perforaciones para atravesarlo con polines. Luego platiqué con mi maestro de obra y le pregunté si él consideraba posible que, despegando el muro con cuidado, lo podían levantar entre doce personas (6 cada lado), colocarlo donde quería el arquitecto (cuidando que quedara bien plomado) y donde el mortero ya estaría listo para recibirlo; y una vez ahí, cimbrar rápidamente los extremos y colar los castillos antes de terminar el día.

Me dijo que sí, que nunca lo había hecho, pero que era posible; sólo debía explicarle bien a los trabajadores que iban a cargar para que todos supieran donde ir. Así que hicimos una representación con los polines y después de despegarlo con una ligera inclinación y unos golpecitos, lo movimos.
Al día siguiente, pasé a la oficina por mi radio y mi jefe me dijo que no se me olvidara demoler el muro y parar el otro en el nuevo eje. Le dije que ya no iba a ser necesario porque ya había movido el muro, y me fui a la obra…
Minutos después se apareció por ahí y como un sabueso se fue directo a ese punto; subió y ligeramente sonrió al ver los huecos y el área limpia, sin nada de escombro y los castillos de los lados, aún cimbrados.
Recuerdo que cuando se retiró todos gritaron y chiflaron como si fuera un día fiesta. Ese día aprendí muchas cosas, las primordiales:
- Nunca corregir en público, te ves muy mal.
- Tu gente te apoyará en todo, si tienes bien claro que quieres hacer y confías en ellos.
Tal vez no puedas realizar el trabajo físico que ellos, pero si te ven metido en la refriega agarrando la pala para revolver la mezcla, su admiración te pertenecerá.
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