Llegué a toda prisa, estacioné el carro, tomé los papeles que estaban en la bolsa de Office Depot y entré a la oficina. Era la hora de la comida y no había recepcionista, entré de todas maneras; urgía entregar esos documentos.
Subí las escaleras, caminé por el pasillo y toqué la puerta más elegante.
Me atendió un ingeniero alto, delgado, cabello corto color gris, que hablaba muy enérgicamente usando un manos libres bastante moderno colgado en su oreja izquierda.
-Hola Jhonnathan, pasa, en un momento te atiendo. Pon los documentos en esta mesa.
Su oficina era la más grande del edificio. En su interior albergaba:
- Una biblioteca extensa con carpetas de proyectos antiguos.
- Libros de geotecnia, cimentaciones, concreto y presfuerzo.
- Cajas de misterioso contenido.
- Dos escritorios y varias sillas con rueditas, de un material semejante a la piel.
- Su computadora.
No sabía si sentarme o no, así que me quedé parado y estudié el entorno de mi anfitrión, hasta que la llamada terminó.
El ingeniero se acercó a la mesa donde había acomodado los documentos y se sentó, entonces comencé a acércale el montón de hojas recién impresas.
-Aquí están los larguillos, son dos juegos de este y dos de este.
Comenzó a firmar cada uno. Hasta que el señor rompió el hielo:
-¿Cómo te has sentido con el trabajo, Jhonnathan?
Dejé de acomodar las hojas doble carta por un momento y miré aquellos ojos intimidantes, ocultos detrás del cristal sus anteojos. Me sentía un poco nervioso porque había escuchado tantos rumores sobre el carácter de aquel hombre; las personas solían evitarlo.
«Sonreí y, durante unas milésimas de segundo, vinieron a mi mente flashazos de nuestra última conversación.»
Agosto 2016
Dentro de esa misma oficina yacían las mismas personas de esta anécdota.
Por un lado, el ingeniero de anteojos y, frente a él, un muchacho que estaba por renunciar a su primer trabajo, desmotivado y buscando un renacimiento laboral en obra; con el sueño de construir un puente algún día; en medio de la búsqueda de un trabajo seguro para pagar su título de especialista en estructuras; ahogándose en una presión inconsciente de apoyar económicamente a su familia y una ansiedad por dejar Villahermosa por un buen rato.
-…Me gustaría poder trabajar con ustedes y darme la oportunidad de descubrir si el trabajo en obra me termina apasionando…vengo de estar encerrado en oficina trabajando en proyectos de mecánica de suelos y siento que no estoy hecho para eso.
-Bueno, si ya estás sentado frente a mí significa que ya tienes el trabajo, solo quería conocerte en persona. Cierra tus pendientes en la otra empresa y preséntate a trabajar el próximo lunes…
Sonreí. Ya habían pasado 10 meses desde la última vez que estuve sentado ahí.
-Me siento muy feliz con mi trabajo. No tiene idea de la motivación que siento en estos momentos gracias a las cosas que he vivido y el aprendizaje que he adquirido en este tiempo lejos de casa.
A lo mejor soné muy infantil. Quizá pude haber respondido de una forma más “profesional”, pero siempre intento responder de la forma más sincera posible.
Además, tenía 23 años, seguía siendo un niño (comparado con todos mis compañeros de la obra).
El hombre dejó de firmar los papeles, se reclinó hacia atrás, y volvió a preguntar:
-¿Qué actividades desempeñaste?
-Bueno, estuve apoyando al residente en la obra todo el tiempo, mi día a día se desarrolló en la obra.
-Sí pero no solo me respondas “estuve en la obra”, dime, de todo lo que hiciste, ¿Qué aprendiste?
-Más que nada y en un sentido más personal, aprendí a administrar mi propio tiempo, a organizarme. Aprendí cómo funciona la obra, cómo funciona la administración de los recursos y procedimientos constructivos.
-Sí, pero ¿Qué más?
-No le entiendo.
-No te estoy haciendo un examen, ni intento intimidarte, quiero que entiendas mi pregunta. Si lo que hiciste en la obra fue barrer, y pregunto por lo que hacías y lo que aprendiste, no busco que me respondas “barrí la basura y la metí en el bote”, sino “barrí de esta manera, descubrí que hay otras formas de barrer, al principio de la obra utilicé una escoba de plástico y se rompió con una semana de uso, al cambiarla por una de madera aumentó mi productividad, así que para la próxima obra será mejor comprar una de madera…” Algo así.
No me importa la cantidad de cosas que viste o que presenciaste, me importa tu proactividad, me interesan las cosas nuevas que descubriste y qué tanto te metiste en la obra.
La mayoría de los ingenieros se quedan con lo que ven por encima, no se meten a investigar más; le dejan esa responsabilidad al maestro de obra y cuando requieren tomar la batuta para elegir cierto tipo de material o equipo, no lo hacen.
Necesitamos abarcar más, buscar ese conocimiento, meter las manos, aprender, documentar lo aprendido y compartirlo entre nosotros constantemente para así poder ofrecer un buen servicio al cliente. Para poder hacer las cosas bien a la primera.
-Compartir las lecciones aprendidas.
-Así es.
-Ya entendí su punto. Pues estuve haciendo un poco de todo pero, siendo sincero, nunca me metí a fondo a una actividad.
-¿Entonces no eres ingeniero?

En ese momento sentí una rabia interna.
Sentía que todo lo había hecho mal durante 10 meses. Que al intentar llevar el control y aprender de 50 conceptos diferentes, no había hecho más que quedarme con el conocimiento superficial de cada actividad.
«El que mucho abarca poco aprieta.»
«La mayor parte de las veces dejé que el maestro de obra tomara las decisiones fuertes.»
«¿Cómo puedo hablar sobre ser un buen ingeniero en mi canal, en mi blog y en mis futuros libros?»
«¿Cómo ver a la cara a un suscriptor/alumno/amigo y mostrarle “el camino correcto a seguir” si siempre me quedo con la punta del iceberg?»
«¿Cómo llegaré a ser un excelente ingeniero que comparte experiencias de calidad, si lo único que dice en sus videos es “estuve en la obra y… estuve en la obra… y estuve en la obra” sin aportar conocimiento de valor?»
Sentía una inmensa rabia conmigo mismo porque, en el tiempo que llevaba de obra, pude haber hecho tantas cosas, recolectar tanta información, hacer preguntas, meter las manos, pero no lo hice.
Ahora sabía cuál había sido mi error.
El siguiente paso, evidentemente, era ponerme a trabajar y aprovechar el tiempo que me quedaba.
Entonces me sentí tan afortunado por compartir ese tiempo y espacio con un sujeto tan genial. Me estaba poniendo a prueba de una manera tan sutil y elegante; tanto que en lugar de sentirme ofendido o humillado, me sentí motivado.
Algo dentro de mí hizo clic.
Sonreí de nuevo y contesté:
-Sí, sí soy ingeniero.
-Ahora dime una actividad, de todas, en la que te hayas involucrado más.
-Perforación.
Sonrió.
-Sí, pero ¿perforación de qué?
-De barrenos.
-Sí, pero ¿de qué?
-Perforación de barrenos de 4″ de diámetro en concreto a 13 m de profundidad.
-¿Qué hacías en la actividad?
-Calculé rendimientos, principalmente, en un formato que modificamos a partir de uno utilizado en el área de geotecnia. Ahí anotábamos el modelo de las perforadoras…
-¿Qué modelo eran las perforadoras?
-Modelo DD 350 marca Hilti.
-Ok, y ¿qué tipo de cable y calibre se utilizó para la alimentación de las perforadoras? ¿Qué longitud tenía la acometida? ¿Qué distancia había entre el tablero hacia la perforadora? ¿Con que voltaje trabajaban los equipos? ¿Qué presión de agua requerían los equipos para funcionar eficientemente?…
Y así, siguió con una lista interminable de preguntas con las que cualquier maestro de universidad te dejaría derrotado en el suelo y llorando por tu ineptitud. Yo anoté lo que pude en una hoja en blanco.
Me quedé callado, no sabía que responder. Este tipo me estaba destrozando de una manera tan genial que lo único que podía sentir era admiración hacia él.
«Cachetadas con guante blanco.»
-¿Estuviste presente en el tensado de barras?
-No, no estuve. El residente fue el encargado de esa actividad mientras yo estaba ayudando en otras cosas.
-Bueno, pero conoces el diámetro de las barras que utilizamos.
-Sí, 47 mm de diámetro.
-¿Y su área?
Me quedé callado de nuevo. No sabía si quería la respuesta de inmediato, como si lo tuviera aprendido de memoria, o si quería que lo calculara.
-¿Qué carga se le aplicaba a las barras?
Yo no había estado en la actividad, ni me había involucrado en lo más mínimo, pero días antes había estado pasando a mano unos reportes de campo en los que veía las gráficas esfuerzo-deformación de cada barra. Nunca se me ocurrió tratar de analizarlas, de nuevo era un robot haciendo las cosas por inercia. Pero entonces recordé, muy vagamente, el número 30. Sí, 30 toneladas, ese debía ser el número que recogería mi dignidad del suelo.
-30 toneladas.
El ingeniero se levantó de su lugar y se dirigió a su escritorio.
-Puedes calcular el área.
Dudé un poco pero saqué mi celular.
-La barras eran de acero grado 150, es decir, 150…
Me sentí confundido.
«¿Había dicho 150?»
«¿Tengo que hacer conversión de unidades?»
«¿En serio me va a poner a hacer números aquí?»
-lb/in2…conoces el fpu de la barra?
-Sí, 4050.
-4050 qué?…
Preguntó como diciendo “este muchacho no sabe de lo que está hablando”.
-Kilogramos sobre centímetro cuadrado.
-¿Seguro?
-Sí.
No, no estaba seguro de ese número. En realidad solo había dicho el primer número grande que se me vino a la mente. Pero como solía decir mi antiguo jefe: “Si vas a decir una pendejada dila bien, dila con seguridad en tí mismo”.
El ingeniero volvió a sonreír y continuó diciendo:
-Si sabemos tensamos las barras al, aproximadamente, 70% de su capacidad…y conocemos el grado del acero del cual están hechas, podemos conocer la fuerza de tensado que aplicamos. Puedes calcularlo.
Saqué mi celular y comencé a calcular lo más rápido que pude.
«47 entre 100, al cuadrado por pi.»
«Ah, no.»
«4.7 por 4.7, por pi, entre 4, por 4050 da igual a 70,265.25 es decir, 70.26 ton.»
«¿No había dicho que eran 30 ton? Estoy mal.»
«A ver, paso a paso. Cálmate Jhonnathan, haz las cosas bien.»
-¿Me puede prestar una hoja y un lápiz?
El ingeniero me pasó lo solicitado y continuó revisando sus correos.
Había dicho algo sobre 150 lb/in2. Lo anoté.

Al terminar mis cálculos, el ingeniero revisó mis cálculos y dijo:
-Está bien pero te faltaron 3 ceros, hay que analizar las cosas con lógica, ¿una barra de acero de alta resistencia, de 47 mm de diámetro soporta el peso de dos personas? ¿No habías dicho 30 ton hace cinco minutos?
Y bueno, era más que obvio que la sesión de resistencia de materiales había terminado.

Tiempo después, solicité apoyo del superintendente de la obra en la que estaba trabajando y me ayudó a resolver el ejercicio rápidamente. Comparto el procedimiento contigo, querido lector:


Por andar de nervioso no había escuchado que eran 150 mil libras sobre pulgada cuadrada.
Me parece muy interesante el impacto que puede provocar un pequeñísimo error en cualquier resultado.
No escuchar bien una cifra provoca que el resultado del problema básico de resistencia de materiales sea incorrecto, en consecuencia repruebas la materia. O pierdes tu dignidad como ingeniero como yo.
En fin, si te quedaste con la duda de quién era el ingeniero con el que tuve la conversación, continúa leyendo el final de la historia.
Una hora antes
-Jhonnathan, necesitamos ir a imprimir estos larguillos a Office Depot y después pasarlos a firma con el Director General.
Aquí te dejo más contenido que podría interesarte:
«Siendo ingeniero civil en México, ¿se puede conseguir trabajo “fácilmente”?»
«Secretos para impactar en reuniones importantes de construcción»